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#Cuentito «Me enamoré de Chicharito aunque sabía que tenía novia»

Escrito por admin 24 de marzo, 2014

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Estimada lectora: Sólo deseo que te traslades al año 2050 para que comprendas mejor el cuentito.

Escondiéndome del mundo, y en pleno 2050, me encuentro en el diván que pertenecía a mi abuela (digo pertenecía porque a la abuela nadie la sacaba de este lugar), un cuadernillo de memorias que Esther escribió en su juventud.

Leo que utiliza mucho la palabra“Pambolera”, pero desconozco si en verdad se trata de lo que pienso: mi abuela era aficionada al fútbol. ¿Será? Hoy el fútbol sigue siendo popular, pero con la entrada de la tecnología, los árbitros robot y los técnicos que dirigen vía chip a los jugadores, mucha gente se ha desilusionado un poco.

En las memorias de la vieja Esther encuentro que mi abuela escribía sus vivencias dentro del fútbol. Leo que era aficionada a los Tigres de la UANL (¡claro, era regia!), pero que amaba a un tal Javier Hernández, a quien apodaban Chicharito. Raro, porque hasta donde sé, Chicharito jugaba en las Chivas y no tenía relación con los norteños, pero bueno.

El cuaderno ya viejo y oloroso, me recibió con la primera de las memorias de mi abuela Esther: ENAMORADA DE JAVIER.

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Me hacen burla en la escuela, pues todos son de Tigres y yo enamorada de él. Sé que Leticia existe, es bella, es delgada, aunque sus curvas no se comparan a las mías. Leticia es falsa al sonreír, yo soy sincera.

Javier, él, quien se robó mi corazón, amaba a las mujeres que tuvieran parecido a Camila Sodi, la sobrina de Thalía (muy sin chiste la chava), y tal vez yo no me parecía a Camilia, ni a Leticia, pero sabía que con mi corazón podría enamorar al jugador de Chivas.

En una época donde el consumismo y la imagen de la mujer perfecta era lo que predominaba, ni mi gran corazón, ni mis grandes sentimientos hacían que Dios, la Virgen o los Santos me ayudaran a cruzarme por el camino de Javier. Caí en la trampa. Lo primero fue ponerme a dieta, buscando esa figura que Leticia, la mujer de sus sueños, lucía para el delantero rojiblanco. Mi cabello se sometió a una decoloración, mis tardes con las amigas se convirtieron en clases de aerobics. Aun así, Javier no estaba.

Sabía que Esther jamás sería Leticia. Un día, las Chivas llegaron a Monterrey, pues se enfrentarían a mi equipo. Yo estaba en primera fila, buscando el lugar ideal para ver a Javier. Con mi café de Starbucks en la mano (5 horas esperándolo) y mi cuaderno repleto de recortes ahí estaba la copia no exacta de Leticia.

Llegó, apareció frente a mí, y con una sonrisa se acercó a firmar mi cuaderno. “Gracias, lo que haces por mí lo valoro mucho”, me dijo, y entre la multitud se esfumó. Yo esperaba algo más, pero en ese momento entendí que Dios dispone a las personas en tiempo y forma y que Javier no era para mí, por lo menos en l momento, pero que su sencillez brillaba, y me hizo sentir bien con sus palabras.

Desde ese momento supe que ser una doble de Leticia, su novia, no era la solución, y que el destino me tenía preparado a otro hombre, tal vez no era Javier, pero sí tendría un gran corazón como el de mi Chicharito.

MEMORIAS DE ESTHER
2010

 

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